Comentario
El simbolismo religioso de la forma de la cruz dio origen a una preferencia por ella en la arquitectura, que tuvo su mayor desarrollo en el mundo bizantino. El esquema de cruz, aunque no resulte exclusivo de lo bizantino, tuvo en el arte cristiano oriental su mayor desarrollo arquitectónico y dio lugar a estudios muy tempranos sobre los sistemas de disposición de bóvedas de contrarresto alrededor de una cúpula más elevada.
Como referencia más significativa para la adopción de este trazado en las iglesias cristianas puede recordarse la iglesia de los Santos Apóstoles edificada por Constantino en Constantinopla, que fue destinada a mausoleo imperial; con la misma forma ordenó Justiniano la construcción de su capilla funeraria, al lado de Santa Sofía. Un conocido texto sobre la construcción de la Catedral de Gaza narra que, ante la duda entre los fieles sobre la forma que debía tener el templo, el caso se resolvió al recibirse una carta de la emperatriz Eudoxia con el plano, en forma de cruz, que debía utilizarse de modelo. Estos datos sirven para entender el alcance que pudo tener el simple concepto de planta en cruz, con independencia de que junto a él se transmitieran otros conocimientos arquitectónicos más técnicos; puede que en muchos casos se decidiera adoptar esta forma con los medios y técnicas disponibles, como hubo de hacer en Gaza el obispo Porfirio.
El mausoleo cruciforme que vemos empleado por los emperadores en Constantinopla y que adopta también Gala Placidia para su sepulcro de Rávena, tiene en nuestra Península una manifestación excelente en la tumba de San Fructuoso situada en Montelios, junto a Braga. Es el edificio más bizantino de la arquitectura visigoda, que pone de manifiesto cómo pudo ser el arte de las grandes ciudades de la época, bajo el influjo de los dirigentes más cultos de la Iglesia.
Se considera tradicionalmente que la iglesia de San Fructuoso en Montelios fue dispuesta por el propio obispo de Braga, poco antes de su fallecimiento en el año 665, y que él mismo ordenó, por humildad, que no se le enterrase en su interior, sino en un arcosolio lateral en el exterior de la capilla. Permaneció durante la Edad Media en un plano muy secundario, especialmente desde que el obispo Gelmírez se llevara a Santiago las reliquias del fundador, y luego pasó a ser de los capuchinos, quienes la rehicieron para luego tener que derribarla en gran parte por las necesidades del culto. En 1931 se puso al descubierto la parte conservada y se puso en marcha la restauración que ahora vemos, en la que según Gómez Moreno se cometieron temerarias libertades; la misma opinión expresaba el profesor Schlunk aunque, siendo ambos testigos de la restauración, nunca quisieron publicar detenidamente sus críticas por cierta consideración hacia sus colegas portugueses. Con la fisonomía general que hoy se nos ofrece y las indicaciones de nuestras dos máximas autoridades sobre el arte visigodo, se puede establecer la descripción de tan destacado monumento.
El edificio tiene forma de cruz con los brazos iguales, y se compone de un cimborrio con cúpula, rodeado de tres capillas circulares y una sala cuadrada que sirve de entrada. La parte original es el cimborrio, la mayor parte de la entrada, la capilla meridional y el trazado interior de la capilla oriental. El cimborrio está delimitado por cuatro arcos de herradura, que cobijan en un plano posterior una estructura de tres arcos soportados en dos columnas, el central, mayor que los laterales. Las capillas ofrecen una planta de herradura por la intersección del círculo interior con las jambas rectas de las entradas; dentro de ellas había otras columnas, al parecer seis en la capilla oriental y cuatro en las laterales, sobre las que descansaban pequeñas cúpulas con un pasillo muy estrecho para deambulatorio alrededor. Todo este sistema de apoyos en arquerías interiores tiene una clara relación con la arquitectura bizantina, al igual que la cúpula central de ladrillos sobre pechinas.
En el exterior, los muros descansan sobre un zócalo moldurado y se componen a base de arquerías ciegas, alternadas las angulares y las de medio punto sobre pilastras lisas. Los testeros de las capillas tienen frontones triangulares con ventanillas dobles. El cuerpo del cimborrio sobresale como una torre central con cubierta a cuatro vertientes, y su parte superior la recorre una secuencia de arquillos de herradura y ángulos soportados en columnitas adosadas que se han perdido. Este juego de vanos ciegos en la fachada es semejante al del mausoleo de Gala Placidia en Rávena, aunque el sistema de friso de arquillos en el cimborrio puede considerarse un precedente original de esta forma tan frecuente en la arquitectura románica posterior.
Toda la distribución del edificio está hecha sobre la base de la unidad de medida de ochenta centímetros. Los centros de las capillas distan cuatro metros del punto de intersección de los dos ejes, y el radio de cada bóveda es de 1,60 metros; las dimensiones mayores del conjunto son 12,80 metros, equivalentes a dieciséis veces el módulo. La presencia de esta medida en otros edificios peninsulares calificados habitualmente de bizantinos como el mausoleo de las Vegas de Puebla Nueva o la basílica de Algezares (Murcia), con un baptisterio circular de ocho metros de diámetro, llevan a pensar que esta unidad de medida puede tener la misma procedencia, aunque su empleo parece muy antiguo y se extiende a toda la Península.
Junto a los caracteres de procedencia oriental, suelen señalarse otros en San Fructuoso de Montelios que serían las aportaciones visigodas a este tipo de arquitectura. Entre ellos estaría la preferencia por el uso del arco de herradura, tanto en la construcción como en lo decorativo, así como el estilo de la ejecución de los capiteles y la forma de distribuir la decoración en bandas horizontales continuas, con prioridad sobre las organizaciones verticales.
La preferencia por la forma de cruz debió ser frecuente en las iglesias vinculadas a los grupos sociales de mayor formación cultural, tanto los propietarios de las grandes fincas de origen hispanorromano, como los integrantes del movimiento monástico, cada día más pujante. Entre las iglesias vinculadas a dominios señoriales, de las que existe una gran documentación arqueológica pero poco sistematizada, puede seleccionarse un ejemplo representativo.
Al norte de la localidad de Fraga en la provincia de Huesca, están al descubierto las ruinas de una gran explotación agrícola, cuyo dominio estuvo, al menos desde el siglo IV, en manos de cristianos; en aquellos tiempos, el dominus Fortunatus mandó hacer un pavimento de mosaico con temas entremezclados como en una mesa revuelta, en la que brotan tallos de vid, los muchachos vendimiadores, faisanes, pavos reales y palomas; para evitar dudas sobre su fe añadió en el umbral su propio nombre dividido por un crismón con las letras alfa y omega invertidas. Luego, la comunidad cristiana del predio debió crecer notablemente, de modo que en el siglo VI se construyó una iglesia junto al gran patio de la villa, cuyas dimensiones son tan amplias como las de cualquiera de los templos públicos conocidos.
La iglesia de la Villa de Fortunato tiene un perímetro rectangular, de 20 por 13,60 metros, dentro del sistema de medidas ya comentado; en el lado oriental sobresale una capilla cuadrada con los ángulos redondeados por el interior, que recuerda a la de Recópolis, pero el resto de la organización tiene poco que ver con las iglesias de crucero. La diferencia más significativa es la de que en las basílicas con crucero existen dos sistemas independientes de circulación, uno el de la nave o naves longitudinales que corresponden al verdadero espacio basilical y otro el del brazo transversal o brazo de crucero; los dos recorridos se unen en el coro ante la capilla y el altar, pero no tienen por qué acusarse en una pieza arquitectónica destacada. En la iglesia de Fraga, como en todas las de planta central bizantina, se forma un espacio de confluencia de todas las circulaciones bajo el cimborrio, que se manifiesta a mayor altura en el alzado y que tiene no sólo una función litúrgica, sino también un significado simbólico.
En la iglesia de Fraga el cimborrio tiene acceso por dos habitaciones al norte y al sur; el brazo occidental es más corto y sólo se accede a él por la nave; el brazo oriental precede a la capilla y se comunica con dos habitaciones que ocupan los ángulos. Al oeste hay además un conjunto de habitaciones menores, la central ocupada por un baptisterio semejante al de la basílica de Bobalà-Serós, que dista sólo unos veinticinco kilómetros de este lugar. Las habitaciones laterales del lado oriental se interpretan como celdas monásticas por su semejanza con las de iglesias monacales de planta central, aunque pudieran tener aquí otros usos, ya que su presencia está determinada esencialmente por la composición arquitectónica.